PANDEMONIUM
POR Octavio Arbeláez - CEO Redlat, Director en Circulart Colombia y Mapas Tenerife
En el contexto de una crisis pandémica que está poniendo al mundo a pensarse en otras dimensiones, somos conscientes que las artes están siendo golpeadas, y dentro de ese espacio, son muchos festivales, conciertos y eventos cancelados o pospuestos en el mundo entero.
Teatros, museos y otros espacios culturales han suspendido sus actividades, y muchos tratan de continuar a través de plataformas web y las herramientas tecnológicas, pero brindando este acceso de manera libre y gratuita como contribución a ese “permanecer en casa” que se propone desde las esferas de gobierno.
La propagación e intensidad del virus es más que preocupante y queremos expresar nuestra solidaridad con todo el sector cultural: los festivales, artistas, audiencias y las familias afectadas por esta crisis, y, desde luego con todos los que desde diversas posiciones hacen posible que la magia de la producción cultural y su relación con el espectador sea un momento único e irrepetible.
Muchas horas de trabajo y desvelos puestos al servicio del desarrollo de ideas creativas crecerán en este periodo de cuarentena y distanciamiento social como un momento de pausa y reflexión que servirá para proponer nuevas ideas, para aprovechar el descanso de la rutina diaria y prepararnos para ediciones aún más emocionantes de nuestros festivales, ferias, mercados, encuentros y todos esos espacios que significan recuperar el contacto personal, socializar, interactuar en directo con los demás y no a través de pantallas, a dejar de lado el aislamiento y volver a sentir el calor de las relaciones personales y la energía de las manifestaciones colectivas, sean culturales o de cualquier otro tipo.
En esta especie de “entrar en pausa” universal, la propuesta de uso del tiempo orientada a los confinados (desde luego con una gran masa de excluidos, tanto desde la dimensión cultural propiamente dicha como desde la posibilidad de acceso a contenidos digitales) ha sido recurrir a la cultura. Se ha accedido a ella sobre todo por diferentes medios digitales, o por la televisión abierta y de pago, y esta se ha mostrado generosa, a través de enlaces, visitas virtuales a museos, obras de teatro, o piezas de danza, películas, lecturas de textos literarios y todo un sinfín de contenidos ligados a dispositivos tecnológicos y múltiples ofertas de conferencias, foros y encuentros en las redes sociales. Desde luego no es considerada, en las prisas por llenar ese “tiempo vacío” en la gratuidad de la mayor parte de esa oferta, ni en que los artistas que abren sus creaciones al disfrute público de manera generosa han dejado de percibir ingresos para su sustento.
Nos utilizan y acercan al espectador ante un espejismo, nos invitan a disfrutar de la “cultura del confinamiento”, en una especie de prueba piloto de la digitalización universal, sin que de allí se derive la emoción estética de la aproximación a la obra viva, representada, escuchada, palpada, ¿se trata acaso de decretar, nuevamente, la muerte de las artes vivas?