Música e inteligencia artificial: un terreno por explorar
POR Mónica Hernández
Hace sesenta y cinco años, el escritor de ciencia ficción, Isaac Asimov, redactó las tres leyes de la robótica con las que se regiría la inteligencia artificial presente en su literatura, años antes de que ésta fuera realidad. Hoy en día, la inteligencia artificial es un fenómeno cada vez más cercano a nosotros, que nos muestra su capacidad de jugar, conversar, escribir, manejar y otras habilidades que cada día van en aumento.
Recientemente, se han dado a conocer proyectos que involucran la composición musical por medio de dispositivos inteligentes, inclusive, algunas de estas canciones ya se encuentran en plataformas como YouTube. Tal es el caso de FlowMachines, un sistema que se ha alimentado con más de 13.000 melodías de distintos géneros musicales con las cuales se conforma una base de datos que le permite a dicho aparato componer piezas inéditas, como Daddy’s Car y Mr. Shadow.
Otro caso similar es el de Jukedeck, una compañía que crea y vende a grandes y pequeñas empresas música generada por computadora. Algunas de las ventajas que ofrece el uso de este programa, son principalmente la facilidad económica y la libertad de elección de características como la duración de la pieza musical, su estilo, los instrumentos utilizados y momentos climáticos de la canción.
Esta rama de la informática, con raíces en áreas como la lógica y las ciencias cognitivas, nació un verano de 1956, en Dartmouth (Estados Unidos), gracias a los científicos J. McCarthy, M. Minsky, N. Rochester y C. E. Shannon. En 1957, David Cope, profesor emérito de la Universidad de California, ya hablaba de composiciones realizadas por ordenadores. Por lo que, como podemos ver, esta práctica no es nada nueva; sin embargo, hasta estos días se ha explotado e invertido en esta técnica, incluso por gigantes tecnológicos como Google e IBM.
La música creada por inteligencia artificial es aún un terreno por explorar, y, aunque cierto campo de la industria musical mire su crecimiento con recelo, su potencial es imparable. Pues, aun cuando sea difícil aceptar que una máquina es capaz de realizar procedimientos que creíamos únicamente humanos, los productos creativos de estas tecnologías nos seguirán sorprendiendo. La ciencia ficción ya es realidad.