FIMPRO: conectando
POR Omar Magaña
En Guadalajara hay personas que están dedicadas de tiempo completo a la creación artística: escriben, componen o interpretan música, ensayan seis horas para un montaje de danza y estrenan novedades de circo experimental. Increíble, pero cierto.
Increíble porque en México hemos convenido socialmente en que desempeñarse en las artes no es profesión y apostar por la cultura no es negocio. Lo inquietante es que existan creadores que sostengan que así es y que nada se puede hacer para dignificar el ejercicio y generar condiciones adecuadas para seguir produciendo e inspirando hasta la edad de jubilación que cada quien considere conveniente.
FIMPRO, entre otras iniciativas privadas y de Gobierno, están modificando el estado de la cuestión. El mercado para profesionales de la música es, en primera instancia y para el caso tapatío, el lugar donde una parte de los compositores, músicos o gestores que se iniciaron de forma empírica en la industria musical, en lo particular, y la industria creativa y cultural, en lo general, comienzan a observar, entender y encontrar su lugar en el engranaje a través del cual la creación se convierte en producto, el producto ingresa a mecanismos de consumo y el consumo activa una serie de dinámicas que facilitan la exposición de aquello que se logró en la sala de ensayos y el sostenimiento de aquellos que lo hicieron posible.
De un tiempo a la fecha no es extraño encontrar a músicos preocupados no sólo por la calidad de sus creaciones y el empeño que el productor y el ingeniero de audio invirtieron para potenciar las cualidades técnicas de la obra, sino por las estrategias para conectar con seguidores, para encontrar personas que se enamoren y den todo por su material; músicos que apuestan por la exportación. Estos músicos pulen su comunicación, aprenden técnicas de negociación y booking y desarrollan presupuestos y cotizaciones para abrirse paso, garantizarse la sostenibilidad personal y del proyecto y derrocar las prácticas desleales en las que el intermediario que entiende de capital gana, y el creador, que sólo sabe de su materia, pierde.
Que los creativos pasen de la producción a la gestión integral de sus productos, y mejor, que trasciendan a la generación de equipos multidisciplinarios que apuestan y dan soporte al artista no se explica únicamente por la presencia de un mercado como FIMPRO en la ciudad, también influyen en ello la promoción de la que ahora goza el trabajo autónomo, la aparición de herramientas autogestivas, la potencia de las redes sociales, entre otros factores, pero sí es cierto que esta reunión anual de profesionales despierta el interés de la comunidad y llama a la acción: los músicos que más han avanzado en la construcción de su marca, los que han buscado y encontrado financiamientos, los que han ido en busca de audiencias a través de los canales digitales -pienso en Leiden, Pumcayó, San Juan Project, Troker, los proyectos de Nine Corners- ya saben a lo que van.
Ellos van a encontrarse cara a cara con las personas que representan esas otras piezas del engranaje que no todos los días tenemos al alcance de la mano y para quienes un mensaje de correo no lo es todo. Esto es, al representante de aquel festival en el que sí o sí hay que ingresar, el agente que puede abrir la puerta a cierta región del continente, el especialista en medios de comunicación de Sudamérica o Europa Occidental, etcétera. Todo ello nos deja en claro que las cosas no se hacen solas, esto nos permite dilucidar que la presentación de Par Ásito en el festival NRML, que las dos presentaciones de Troker en Glastonbury no cuajaron por generación espontánea. Para ello ha sido preciso desnudar por completo al espíritu para construir una nueva materia, que interpretamos como música, capaz de romper o transformar a otros; ha sido necesario, también, salir del momentum para hacer oficina y llevar las cuentas; ha sido igual de necesario hablar ante los medios de comunicación y pensar en la audiencia que mejor conecta con el resultado de la inspiración; también ha implicado estructurar y seguir procesos estandarizados para solicitar una cita con la persona indicada para cautivarla y comenzar una nueva travesía.
Los gestores de FIMPRO pueden estar contentos porque se han venido a instalar a una ciudad que necesita iniciativas de este tipo; será bueno verlos a lo largo del año, entre una edición y otra, trabajando en sesiones y mesas de análisis en torno a temas específicos de la industria musical y su cadena de valor, dado que aún hay muchas, muchísimas nubes por despejar.
Omar Magaña es comunicólogo. Está a cargo de la programación del ciclo de conciertos a ras de piso maridados con mezcal, Chicas Noches de Pare de Sufrir. Es becario de PECDA y Proyecta Producción 2017, apoyos que le permitirán llevar a buen puerto el libro Flores y lechugas. Una provocación a los esfínteres, sobre el universo del circo y las artes vivas originado a partir de los experimentos de creación conocidos como Les Cabaret Capricho.